No importa si vivimos en una gran ciudad o en una población pequeña, todos necesitamos de los demás. Desde el momento en el que nos levantamos por la mañana hasta que nos vamos a dormir, siempre estamos interactuando con otras personas: los miembros de nuestra familia, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, etc.
Pero la vida en comunidad no siempre resulta fácil. Es natural que, a veces, las relaciones humanas se compliquen, que ocurran desacuerdos, conflictos, enfrentamientos. Frente a esto, la civilidad es un recurso importante, porque contribuye a que las interacciones entre los ciudadanos sean pacíficas y respetuosas, y que, en consecuencia, la sociedad funcione de manera adecuada. Este valor tiene que ver con la manera en la cual tratamos a quienes nos rodean y sobre la forma en la que deseamos que nos traten. Por eso, muchos relacionan a la civilidad con palabras como "cortesía" o "amabilidad"; piensan que la civilidad es lo mismo que la "buena educación". Pero, la civilidad va más allá: representa un compromiso que todos hacemos para que nuestra conducta contribuya a que la vida común sea mejor. Para ello es necesario que todos cumplamos con nuestros deberes como ciudadanos, que respetemos a los demás y que colaboremos al bien de la comunidad. Es cierto que todos tenemos el derecho a protestar cuando algo nos parece mal o a expresar inconformidad frente a las injusticias. No obstante, también tenemos la obligación de aceptar las opiniones ajenas, a respetar lo que otros han construido y a escuchar lo que el otro tiene que decir.
Vivir los valores. ME IMPORTA MÉXICO.
Edición 2015
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